Se consagró campeón del Mundial de Clubes al margen del jogo bonito. Llevó 18.000 hinchas a Japón, en otra muestra de su popularidad. Nacido de un grupo de trabajadores hace 102 años, el Timao resulta ahora uno de los poderosos del continente y un espejo del Brasil pujante.
El día en que empezó lo mejor de este recorrido hacia la gloria mundial resultó uno de los más tristes de su historia. El mismo domingo en el que se consagró campeón del Brasileirao 2011, su gente lloró el adiós más doloroso, el del más representativo de sus ídolos: Sócrates. El estadio Pacaembú vivió entonces una jornada atravesada por muchas sensaciones: el vacío, el llanto, la gratitud, el festejo contradictorio, el clásico, el respeto, el dolor, la fiesta inevitablemente dosificada. Corinthians necesitaba -y consiguió- apenas un empate en el clásico frente a Palmeiras para consagrarse en el ámbito nacional por primera vez desde 2005, en aquellos días en los queCarlitos Tevez jugaba a ser ídolo del Timao. En las tribunas, la despedida al gran Sócrates había modificado el escenario de la inminencia de otra vuelta olímpica y las percepciones de un público que lo adoró siempre, incluso ahora que ya no está. Las múltiples banderas exhibían el principal de los significados de esa jornada: "Obrigado Doutor" ("Gracias Doctor") decían -en blanco y en negro, claro- por cada costado del estadio. El crack que tanto habían querido y que tan grande los había hecho ya no estaba. Habían ido a festejar. Pero participaron, sobre todo, de una gratitud: hubo primero un silencio de esos que se escuchan como si fueran gritos. Y luego, aplausos unánimes.
El título no pudo llenar su partida. Había sido demasiado grande ese hombre, aquel crack que admiraba al Che Guevara. En los 80, por ejemplo, fue partícipe e ideólogo de una búsqueda que asombró a su país y a su deporte: el Movimiento Democrático Corinthians, que hizo que el club paulista llevara a cabo elecciones democráticas internas. Fue mucho más: resultó un mensaje inequívoco del rechazo a la dictadura, que ya comenzaba a retirarse tras dos décadas en el poder. Se manifestaba de izquierda. Y de su admiración por Fidel Castro surgió el nombre de uno de sus hijos. Sobre eso, Sócrates contó alguna vez, en una entrevista concedida a la BBC, la siguiente anécdota:"Cuando le puse a uno de mis hijos Fidel, mi madre me dijo: 'Es un nombre un poco fuerte para un niño'. Y le respondí: 'Madre, mira lo que me hiciste a mí'". Cuentan que también se podría haber llamado John, por Lennon, otro de sus personajes más apreciados. Era lógica la afinidad: Sócrates creía en un mundo como el que presenta la canción "Imagine": "Imagina que no hay posesiones,/ Me pregunto si puedes,/ Ninguna necesidad de codicia o hambre,/ Una hermandad del hombre,/ Imagina a toda la gente/ Compartiendo todo el mundo...// Tu puedes decir que soy un soñador,/ Pero no soy el único,/ Espero que algún día te nos unas,/ Y el mundo vivirá como uno solo". Y quiso trasladar ese mundo a su Corinthians.
La Democracia Corinthiana fue un hito en la historia del fútbol, pero también de la vida de un pueblo golpeado por los horrores de la intolerancia. Lo escribió Ariel Scher, con el encanto de sus palabras y con la impresión de haberlo conocido bajo el cielo de la Plaza San Martín: "Sócrates nunca cruzó una palabra con el Gordo Víctor pero le dio un equipaje de valores en cada partido, en cada gol y en cada córner. Y también, o más, en la forja de la Democracia Corinthiana, esa avalancha de ideas, de transgresiones y de esperanzas que, con una bofetada de dignidad, rompió por un rato la lógica de poder del fútbol y de más que el fútbol". Eso era, eso fue y eso es aquella construcción que merece todos los recuerdos.
Al Corinthian inglés, matriz de este club ahora abrazado por los elogios del mundo, lo retrató el estupendo Ezequiel Fernández Moores, justo antes de la celebración de la final de la Copa Libertadores de este año, frente a Boca: "Corinthian FC rechazaba los penales, a favor o en contra, porque consideraba que ponían en duda la 'honestidad' del fútbol. Y, si un jugador rival se lesionaba, sacaba a uno de los suyos. Bandera del 'fair play', Corinthian, con su juego de ataque y pases cortos, era además un gran equipo. En 1884 goleó 8-3 a Blackburn Rovers, entonces campeón de la FA, y en 1904 propinó a Manchester United la paliza aún hoy más humillante de su historia (11-3). Un centenar de sus jugadores representaron a la selección inglesa. El club amateur más famoso del mundo cayó al rechazar los nuevos tiempos del profesionalismo. Al fútbol, decía, se juega por placer, no por dinero. N.L. 'Pa' Jackson, fundador del club en 1882, decía que los 'gentleman' (amateurs) y los 'players' (profesionales) debían estar separados dentro y también fuera del campo de juego. No tenían que compartir vagones del tren ni asistir a conciertos juntos. CB Fry, mítico capitán del Corinthian, enloqueció tras el retiro. Corría desnudo por Brighton, se postuló como Rey de Albania y admiró a Hitler. Son historias menos conocidas del Corinthian que, antes de su caída, salió de gira para enseñarle al mundo los 'valores' de la Inglaterra victoriana. En 1910 llegó a Brasil. Cinco trabajadores de San Pablo, pintores de brocha gorda, zapateros y motorman, vieron al equipo inglés y decidieron formar un club 'del pueblo': lo llamaron Corinthians". Su popularidad estaba escrita en el origen y en la inspiración de la que nació.
El periodista Manolo Eppelbaum, que mucho sabe y mucho vivió el fútbol brasileño, recuerda una anécdota que retrata que el fenómeno de sus hinchas no es nuevo: "A fines del año 1976 el Campeonato Brasileño se dirimía -en semifinales- entre Fluminense y Corinthians en pleno Maracanã. Yo regresaba de Buenos Aires en auto y, a la entrada de la autopista que conecta São Paulo con Río de Janeiro, a eso de la medianoche, observé un gigantesco camión que, en su culata, llevaba una pancarta donde se leía "Hoje só carrego esperança" (Hoy sólo cargo esperanza) y un escudo de Corinthians. Por intermedio de la radio supe que al día siguiente se jugaría en el Maracanã. Al día siguiente, ya en el Maracanã, pude observar nada menos que, según las estadísticas, 450 ómnibus paulistas se encontraban estacionados en todas las pistas y aledaños del imponente estadio. Según cálculos el estadio cobijó unos 180.000 espectadores y, en una decisión por penales, Corinthians eliminó a Fluminense y llegó a la final del Campeonato Nacional". En el encuentro definitorio del reciente Mundial de Clubes, en el estadio Internacional de Yokohama, había unos 18.000 hinchas del Timao. Ellos -apodados Gaviões da Fiel- dicen que son los más seguidores y hasta fundaron una escola de samba que va camino a sumar 100.000 socios. En la mayoría de las encuestas aparece como el club paulista con más simpatizantes; pero a nivel nacional lo supera el Flamengo de Río de Janeiro.
Cinco veces campeón de Brasil, Corinthians es el equipo de San Pablo que más veces ganó el Estadual (26 en total, cuatro más que su archirrival, Palmeiras, cinco más que San Pablo y seis más que Santos, vigente tricampeón). En su camino comenzado hace 102 años, el club fue territorio de figuras: Biro Biro, Sócrates, Casão, Chicão, Rosinei, Luizão, Tupãzinho, Neco, Ricardinho, Dentinho, Marcelinho, Basílio, Luizinho, Rivelino, Zé Maria, Ronaldo, Dida, Gilmar, Roberto Carlos, el paraguayo Gamarra, Baltazar, André Santos, el colombiano Rincón, Vampeta, Nilmar, los argentinos Tevez y Mascherano, Neto, Palinha, Brandão, entre tantos otros. Su último año fue el mejor de su historia en términos de resultados. A finales de 2011, ganó el Brasileirao, tres años después de haber jugado en la Serie B. En 2007, el equipo había descendido y había resultado espacio de escándalos durante la gestión del presidente Alberto Dualib, señalado como principal responsable y hasta acusado de lavado de dinero y administración fraudulenta. Pero se fue reconstruyendo a sí mismo, bajo la conducción de Andrés Navarro Sánchez, un afiliado al Partido de los Trabajadores, quien a los 12 años ya realizaba tareas como feriante para ayudar a su familia. Lo vio campeón como hincha orgulloso de su tarea anterior: dejó su cargo a principios de 2012. Ya con el ex policía Mario Gobbi, el Timao obtuvo la primera Copa Libertadores de su larga vida y su segundo Mundial de Clubes de la FIFA (en 2000, como anfitrión, obtuvo la edición inaugural tras vencer en la final a Vasco da Gama).
Corinthians -el equipo del ex presidente Lula da Silva- es también espejo de este Brasil en marcha, potencia económica, organizador de grandes eventos. Lo escribió el periodista Pedro Motta Gueiros: "En un proceso deportivo que coincide con las transformaciones de la sociedad brasileña, la ascensión de la clase C tiene la inicial de un club que se transformó en potencia global. Con un estadio en construcción y patrocinios que crecen en la misma proporción del poder adquisitivo de sus 'torcedores', Corinthians está facturando mucho más que sus adversarios. (...) Mientras el Chelsea, con técnico español y dineros de Rusia, juega un fútbol mundial, Corinthians usa lo que quedó de la identidad nacional para adecuarla a los nuevos tiempos". Sus refuerzos para el Mundial de Clubes fueron dos futbolistas que sólo en las Ligas de Europa se les pueden pagar los salarios que pretenden: Paolo Guerrero - el autor de los dos goles del equipo en Japón, uno para vencer al Al Ahly, en semifinales; y el otro para derrotar al Chelsea- y Juan Manuel Martínez. De todos modos, la gran figura y aparición de esta competición fue su arquero Cassio, ganador del Balón de Oro y cuyo único antecedente internacional relevante había sido la participación en el Mundial Sub 20 de 2007.
Para acceder a esta conquista máxima, Corinthians tuvo una idea razonable: contratar a un entrenador que había dado perfectas muestras de su administración de recursos y planteles importantes. Adenor Leonardo Bacchi -conocido como Tite- se destacó en el Internacional de Porto Alegre. Un gaúcho nacido en Caxias do Sul fue el indicado para transformar al gigante paulista en un equipo universal. Lo hizo con un rasgo ajeno a la vieja escuela del fútbol brasileño: no hay familiaridad entre el jogo bonito y el modo de afrontar cada partido de este exitoso Timao. Lo supo Boca, en la última final de la Libertadores. Lo aprendió el Chelsea, la última semana. El Corinthians es un especialista en hacer jugar mal a sus rivales. Y se destaca en algo más: ofreciendo poco consigue mucho. Sirven los datos como testimonios al respecto: de los 16 partidos que disputó entre la Libertadores y el Mundial de Clubes, ganó diez y empató seis (cinco de ellos fuera del Pacaembú). Convirtió 22 goles y apenas recibió cuatro (nunca nadie pudo marcarle más de un tanto). Sólo en una de sus diez victorias ganó por más de dos goles (en el 6-0 frente al Deportivo Táchira, de Venezuela, como local, ya con la certeza de la clasificación a octavos de final). Es eficacia pura. Gana todo despojado de magias de otro tiempo. Tal vez, porque le falta un Sócrates...
Extraído do sítio Clarín
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